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Redes sociales, amistades, contactos profesionales…

Me considero una persona bastante crítica (¿criticona quizás?) respecto a mi entorno, lo que observo, leo y ante todo, sobre mí misma. Aun así, la mayoría de veces guardo mis opiniones, generalmente porque no estoy segura que se me comprenda, y en general porque aunque a algunos se les llene la boca de lo sinceros que son, nadie está preparado para asumir las franquezas crudas, sin vuelta y vuelta previa. De hecho, pienso que en muchas ocasiones este apunte crítico, irónico e incluso sarcástico, se malinterpreta e intentan convertirlo en envidia o rencores posiblemente acumulados a través del tiempo. Nada más lejos de la realidad. Mi «problema» es muy sencillo: tengo muy buena memoria y una de mis frases de cabecera es: «el movimiento se demuestra andando».

Y es que a veces no entiendo algunas situaciones; todos nos debemos a un % de hipocresía, pero  la cantidad depende del grado de aguante de nuestro estómago y/o gustos, e incluso ambición del protagonista. Negarlo es rebatir lo evidente, nos debemos a ello para formar parte de la sociedad, la red interpersonal que nos mantiene no alienados de nuestro entorno.

Desde luego, a estas alturas no voy a descubrir el fuego ni es mi intención. Sólo subrayar que no entiendo algunos movimientos entre grupos de personas. Curiosamente no suelen caerme bien los más populares y que gustan a la mayoría. A veces me enfado conmigo misma, debería eliminar de mi vista este tipo de personas si no me agradan; pero tiendo a ser generosa y pensar: «Seguro que te equivocas».

Se escapa de mi comprensión algunas muestras de aprecio que sólo con observar un poco, puede vislumbrarse que no son tal, sólo son “jaleadores” que a su vez quieren su porción de atención y visibilidad. ¿A quién le amarga un halago? a nadie, sin duda. Ante todo, recordar que ya somos singulares, comenzar por nosotros mismos, convenciéndonos de ello. Las ansias de salir del anonimato, sentirse único a base adulaciones ajenas sólo puede abstraernos de la realidad y alejarnos de las personas y situaciones realmente valiosas. Esos mismos jaleadores van y vienen. Hoy eres tú, mañana será otra persona que le preste más atención o le sea más propicia para sus objetivos.

Detesto la hipocresía, salvo la estricta y obligatoriamente profesional; los fanfarrones y encantadores de serpientes. Aquellos que sabiendo de sus limitaciones, no son capaces de asimilarlas y aprovechan el trabajo y esfuerzo ajeno para asumir esos logros como propios.

Llamadme ilusa, pero creo en la amabilidad y generosidad sin esperar nada a cambio. En el cariño demostrado sin miedo a doble lectura o rasero. En el diálogo y empatía, que cada vez son menos comunes.

Grandes avances en medios de comunicación, y sin embargo, cada vez más aislados en nuestra propia isla cuyo centro es el ombligo.